domingo, 21 de septiembre de 2014
La importante reconquista de Zaragoza
Tras los éxitos militares, las cosas le iban a ir mal al rey Pedro, que vio morir a sus dos hijos en 1103: la infanta Isabel y el infante Pedro, un joven de 16 años que había caso con María, hija del Cid, dada la gran amistad que unía al rey con Rodrigo Díaz de Vivar.
Entristecido por la tragedia familiar, Pedro I murió el año 1104 y le sucedió en el trono su hermano Alfonso I (1104-1134) al que por su arrojo y valentía las crónicas calificaron como "el Batallador". El nuevo monarca fue el artífice de la expansión del reino. Arrebató a los musulmanes más de veinticinco mil kilómetros cuadrados de territorio y conquistó importantes plazas como Zaragoza, ciudad que convirtió en la nueva capital del reino de Aragón al conquistarla en diciembre de 1118 tras siete meses de asedio. Pero su afán reconquistador no paró en el valle del Ebro, y en 1125 emprendió una expedición a Andalucía, con el fin de instaurar en Granada un principado cristiano, de donde volvió con varios miles de mozárabes (cristianos que vivían en tierras musulmanas) con los que repobló algunos lugares como Mallén.
El dominio de Zaragoza, ciudad con 20.000 habitantes y que capituló vencida por el hambre, le permitió asentar su control sobre el valle del Ebro, acometer la conquista de sus principales núcleos y encaminarse hacia Tortosa en busca de la salida hacia el Mediterráneo. Pero la vocación marítima de este rey profundamente religioso (que soñaba con ir a los Santos Lugares) le costó la vida puesto que, después de ocupar Mequinenza con una pequeña flota fluvial, puso sitio a Fraga y en ese empeño sufrió una dura derrota el 17 de julio de 1134. Poco después, el 7 de septiembre, murió en la aldea de Poleñino, entre Sariñena y Grañen.
A su muerte no dejó ningún hijo, ya que su matrimonio con la reina Urraca de Castilla había sido un fracaso total, hasta el extremo de que su esposa era encarnizada enemiga política incluso antes de anularse el matrimonio en 1114. Pero, además, el problema se agravaba ya que en su testamento el rey dejaba el reino aragonés a tres órdenes militares: la del Temple, la del Santo Sepulcro y la del Hospital de San Juan. La última voluntad del monarca, más soñador que político, no fue aceptada por la nobleza y algunas ciudades, como Jaca, se aprestaron a designar como nuevo rey al hermano de Alfonso, Ramiro II (1134-1157)
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario