Braulio (631-651) fue la personalidad más eminente en el panorama político, religioso y cultural de la Zaragoza visigoda.
Pertenecía a una poderosa familia hispanoromana. Hasta el siglo XVIII su poyección histórica no excedía los límites aragoneses ni los niveles de importancia que se podían reconocer a un obispo local canonizado en el siglo XIII.
El descubrimiento de su Epistolario en los archivos de la catedral de León reveló su verdadera significación, no sólo por el contenido de la correspondencia, sino también por los destinatarios de las cartas, entre los que se incluían reyes. En el plano político-religioso, fue consejero en asuntos internos del reino de los monarcas Chindasvinto y Recesvinto. Este último llegó a encomendarle la corrección de su "Liber ludicum" o código legal. Influyó en la silla episcopal toledana, a la que se había elevado uno de sus discípulos, Eugenio. Intervino activamente en la reuniones episcopales de esta ciudad, e incluso es probable que redactara los cánones del VI Concilio de Toledo. FUe elegido por los padres de esta asamblea para dirigirse a Honorio I, obispo de Roma, en defensa del celo ortodoxo de los prelados hispanos.
Braulio escribió varios opúsculos, entre los que sobresale su "Vida de San Emiliano", pero su verdadera aportación a la historia de la cultura deriva de la intensa vida intelectual que desarrollo la ciudad bajo su égida, con centro en la biblioteca episcopal que quizá llegó a contar con más de 4510 volúmenes.
Braulio promovió una labor sin igual para reunir y copora los principales textos en saber antiguo que aproximan las tareas desarrolladas en el "scriptorium" episcopal a las del trabajo de crítica y edición. El legado cultural visigodo depende sin duda de la contribución de Braulio.
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