Si fuera necesario singularizar dos exponentes de la literatura y pensamiento judíos, éstos serían Ibn Gabirol y Pedro Alfonso, pues entre ambos se trenza la axiología hebrea del reino.
Selomó ben Yehuda ibn Gabirol, conocido entre los cristianos como Avicebrón, influyó en la poesía, literatura, la exégesis o interpretación bíblica, la gramática y la filosofía. fue encumbrado a la prelatura de la filosofía islámica y judía. Nacido en torno al año 1020, malagueño de origen pero zaragozano de adopción (en Zaragoza adquirió su formación intelectual y obtuvo el mecenazgo de la corte tuyibí de Mundir III), este hombre hipersensible y atormentado inspiró un sistema filosófico al margen de la Revelación y los Textos Sagrados, si bien nunca renegó a su arraigada fe mosaica.
Adoptó los metros árabes (la qasida) en la poesía religiosa hebrea e impulsó el piyut sefardí silábico. Próximo al movimiento ascético de los Hermanos de la Pureza y a la corriente mística, entendió el amor y el corazón de raigambre bíblica como origen del conocimiento del mundo. En su Selección de perlas compiló sentencias de prácticas morales comunes a la cultura griega, árabe y judía, independientemente de las creencias.
Es un poeta donde confluyen racionalismo, pietismo, misticismo y eticismo. Sus Exhortaciones son exposiciones de los 613 preceptos de la Torah, que todavía emplean algunas comunidades para su servicio religioso.
Su máxima cota artística la alcanzó en su Kéter Malkhut o Corona Real, verdadero canto al melancolía por Israel ye l gozo de sentirse en comunión con el Hacedor. Esta composición de 400 versos se recita aún hoy día como vespertino del Yom Kippur o Día del Perdón. Su obra fundamental, Fons vitae, representa la culminación de la filosofía hebrea de método platónico.
El oscense Mosse Sefardi adoptó el nombre de Pedro Alfonso, tras su conversión en 1106, a los 44 años de edad. Fue apadrinado por Alfonso I una vez recibida la catequesis de los monjes cluniacenses. Poco después viajó a lnglaterra, donde ejerció su magisterio sobre Abelardo de Bath y Walcher de Malvern. Fue médico de Enrique I.
Hombre de saber enciclopédico acreditó una cultura dúctil, profundizó en la medicina, teología, filosofía y matemática, Dentro de su actividad científica, dedicó buena parte de sus energía a la astronomía, donde mostró entusiasmo por los instrumentos de la tecnología árabe (relojes, astrolabios y cuadrantes) y estudió los eclipses y la posición de los astros. Sus métodos de cálculo, publicados en su libro De Astronomía, sólo fueron superados por las Tablas Toledanas. Apostó por la nueva ciencia, basada en el empirismo de la observación y la experimentación, y trató de armonizarla con la religión.
En su producción literaria destaca su Disciplina Clericalis, miscelánea de cuentos y sentencias a través de la cual irrumpe en el género de la apología simbólica oriental, con finalidad moralizante didáctica. Dentro de su obra polémico-apologética, aunque en tono conciliador, hay que destacar sus Diálogos contra judíos, pletórico de discusiones teológico-religiosas y de referencias a su reciente experiencia profesional (explica los motivos que le condujeron al cristianismo). Se sirve gustoso del debate entre maestro (Moisés) y discípulo para evidenciar los conocimientos de dialéctica y lógica de éste último y sacar de su error a áquel.
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