A la muerte de Sancho Garcés III, rey de Pamplona, todos sus dominios fueron repartidos entre sus hijos, que recibieron el título de reyes. Así, los condados de Aragón, Sobrarbre y Ribagorza, que habían sido anexionados mediante conquista o matrimonio, se integraron en un nuevo reino, Aragón.
Ramiro I fue el primer monarca de la dinastía, y bajo su mandato se impulsaron los avances territoriales. Su hijo, Sancho Ramírez, propició la apertura a influencias de Roma y el sur de Francia, y convirtió a Jaca en la primera ciudad del reino aragonés.
A su muerte le sucedió su hijo Pedro I, que designo Huesca como la nueva capital aragonesa, trasladó a ella el obispado de Jaca y continuó las acciones militares. Alfonso I el Batallador, que reconquistó Zaragoza, y Ramiro II, ambos hermanos de Pedro I, enfrentaron al llegar al trono el difícil problema de la sucesión.