José Casado del Alisal, La campana de Huesca, 1880, óleo sobre lienzo, |
Convertido en rey por las circunstancias, Ramiro II se encontró con un difícil papel. Por un lado, disconforme con el testamento de Alfonso I, Navarra se había separado; por otro, el castellano Alfonso VIII reivindicaba el dominio de Zaragoza. Y además, algunos sectores de la nobleza aragonesa no le tenían respeto y llegaron a reírse de su cojera y a rebelarse. La crisis de 1135-1136 pudo suponer incluso que el rey tuviera que huir a Francia y que, al final, lograra imponerse a los rebeldes con un castigo ejemplar: su decapitación, relacionable con la leyenda de La Campana de Huesca.
Ramiro II se planteó la urgencia de dar un heredero al reino y poder volver otra vez a su vida religiosa. Para ello se casó con Inés de Poitiers, hermana del duque de Aquitania, de la que tuvo una hija, la princesa Petronila de Aragón. Y luego buscó un marido para asegurar el gobierno del reino durante la minoría de edad de su hija. El elegido fue Ramón Berenguer IV de Barcelona y el acuerdo se firmó en Barbastro el año 1137. La boda se celebró en 1152 y Ramiro II murió en 1157, retirado en el monasterio de San Pedro el Viejo de Huesca.