domingo, 2 de octubre de 2016

La campana de Huesca

José Casado del AlisalLa campana de Huesca1880, óleo sobre lienzo, 
En 1093, el nuevo monarca, el hijo pequeño de Sancho Ramírez, había sido destinado a la carrera eclesiástica en un monasterio del Midi francés y encomendado al cuidado del abad Frotardo de Saint Pons de Thomières. Su hermano, Alfonso el Batallador, le había convertido en abad de Sahagún y designado para obispo de Burgos y Pamplona, y fue nombrado obispo de Roda al morir este prelado en la batalla de Fraga.

Convertido en rey por las circunstancias, Ramiro II se encontró con un difícil papel. Por un lado, disconforme con el testamento de Alfonso I, Navarra se había separado; por otro, el castellano Alfonso VIII reivindicaba el dominio de Zaragoza. Y además, algunos sectores de la nobleza aragonesa no le tenían respeto y llegaron a reírse de su cojera y a rebelarse. La crisis de 1135-1136 pudo suponer incluso que el rey tuviera que huir a Francia y que, al final, lograra imponerse a los rebeldes con un castigo ejemplar: su decapitación, relacionable con la leyenda de La Campana de Huesca.

Ramiro II se planteó la urgencia de dar un heredero al reino y poder volver otra vez a su vida religiosa. Para ello se casó con Inés de Poitiers, hermana del duque de Aquitania, de la que tuvo una hija, la princesa Petronila de Aragón. Y luego buscó un marido para asegurar el gobierno del reino durante la minoría de edad de su hija. El elegido fue Ramón Berenguer IV de Barcelona y el acuerdo se firmó en Barbastro el año 1137. La boda se celebró en 1152 y Ramiro II murió en 1157, retirado en el monasterio de San Pedro el Viejo de Huesca.